martes, 31 de diciembre de 2019

Desinfoxicándose

Antes no lo hacía. Quizás por miedo a quedarme fuera, a no estar al tanto de algo importante, a desactualizarme, a perderme alguna cuestión de interés general de la que había que estar enterado. ¡Valiente tontería! Llevo ya algún tiempo entrenando esto de la desinformación selectiva y me gusta. En algún momento me di cuenta de que era incapaz de procesar el exceso de información, que la avalancha de comunicaciones saturaba mi capacidad de atención y decidí desinfoxicarme. Decidí desintoxicarme de tanta información innecesaria. Ahora me escucho un poco más a mí mismo y me entero mejor. Con esta nueva teoría que practico parece que se me atascan menos las tuberías, me siento más ligero, incluso me da la impresión de que he adelgazado. ¡Claro! No tengo que llevar a cuestas todas las estupideces con las que adornan los espacios televisivos los llamados tertulianos, ni se me llena la cabeza con las elucubraciones intencionadas de los columnistas en los diarios, ni tengo que estar atento al sonido del whatsapp para conocer los pormenores cotidianos de cada uno de los integrantes de cada uno de los chats de mi móvil. Me sentía rehén de lo instantáneo, estaba realmente infoxicado. Estoy seguro que esa intranquilidad inmediata que a todos nos asalta al sentirnos desconectados es producto de una adicción artificial que nos crean para manipularnos, una droga dura que nos regalan para apoderarse de nosotros. Ahora me siento mejor y busco justificación a este estado de satisfacción ante la desinformación que me voy creando, busco razones íntimas para entender esta sensación de liberación que tengo por el alejamiento del mundo global. Pienso que, o bien la sabiduría no es saber todo sino saber lo que nos interesa y saberlo mejor (¿eso supondría que ahora soy más sabio?), o bien ya he superado el síndrome de abstinencia de aquel caudal desmesurado de información multipantalla que me metía diariamente y eso significaría que estoy consiguiendo desinfoxicarme

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