No, no ha salido la presidenta a la puerta del Congreso dando saltos de alegría gritando: "¡¡Habemus presidente!!" tras la fumata blanca. Pero podía haberlo hecho y no sería de extrañar. Tal como se ha vivido el panorama político de los últimos meses, escuchando la crispación que emanaba de las palabras de sus señorías durante el debate, viendo la carga de rencor —incluso de odio— que envolvía los mensajes, siendo testigos de las miradas intimidatorias y el índice acusador amenazando desde la tribuna, con la guadaña de otras elecciones asomando bajo los escaños, observando las expresiones de pánico en los aspirantes cada vez que era nombrado alguno de los votantes, tras escuchar la arenga de la señora Arrimadas invitando a la traición y habiéndose llenado el hemiciclo de amenazas confirmadas e insultos descalificadores hacia los que optaron por el sí, no es de extrañar que algunos viviesen el final como una auténtica liberación, entendiesen que con la lectura del resultado acababa un calvario y rompiesen a llorar.
Un rincón amigo en el que ir soltando pensamientos variados, desvaríos circunstanciales y otras tonterías mil, al objeto de ahorrame la pasta gansa que, de no ser por este refugio, tendría que pagarle al psiquiatra
jueves, 9 de enero de 2020
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