martes, 9 de junio de 2020

Se acaba el peligro, empieza el desastre

Ya hemos vuelto a la anormalidad. Desgraciadamente esta locura hacia la que caminamos como locos es la ansiada nueva normalidad, una vuelta terca al desatino, a la barbarie cotidiana. Ilusos pensamos al arrancar la cuarentena que el virus podría recomponernos, que tendríamos la suerte de volver a sacar a relucir las mejores esencias del colectivo social, pero pronto han quedado atrás aquellos impulsos iniciales de sensatez, aquellos arranques de sensibilidad, aquel convencimiento de que vivíamos un rebrote de la solidaridad sepultada, un interés espontáneo en aplaudir a nuestros sanitarios y en llorar en silencio a nuestros cercanos perdidos. Todo se ha diluido.

Se acabó el miedo y ahora empieza lo peor. En cuanto se han vaciado las Ucis las calles se han llenado de gritos desaforados, de banderas agresivas y de cacerolas arrojadizas. El silencio de la reflexión se ha roto estrepitosamente con las furiosas acusaciones cruzadas en busca de asesinos  culpables. Le hemos dado una vuelta radical a la sensatez inicial y así nos hemos alejado de la realidad, de la gente necesitada de ayuda para superar el trance. Del manifiesto deseo de no dejar a nadie atrás que ocupaba hasta hace poco buena parte del interés general y todas las horas de nuestros dirigentes, hemos tenido que pasar a centrar nuestra atención en el ruido de sables que se escucha cada vez con más fuerza por todos los rincones.

Vuelve la política triste. Casado acentúa sus ansias por sacar a toda costa rédito político de los muertos del coronavirus acusando al Gobierno de mentir y responsabilizándolo de la crisis. Con la máxima de acabar con un gobierno ilegítimo alimenta alocadamente la fiebre de sus correligionarios diciendo que es una oportunidad que no se puede dejar pasar para liquidarlo. Vox aprovecha la tensión del momento para calentar más el despropósito reinante arrojando gasolina al fuego de la insensatez y a través de una encuesta abierta en una página web pregunta a sus lectores si creen que "el rey debería disolver las Cortes, convocar al Ejército y tomar el mando". Gracias a ellos ya no nos podemos ocupar de lo que nos preocupa. Nos han liado para que desconectemos de la gente que espera que se le ayude a superar la catástrofe que se le viene encima y pasemos a centrar toda nuestra atención en darle vueltas a lo que interesa a esos afortunados que no van a tener que sufrir las consecuencias del confinamiento y la pandemia. Se acaba el peligro, empieza el desastre.

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