La urna se había roto. Al tocar la bolsa de lona noté los pedazos de tu último refugio y las cenizas esparcidas por la bolsa. Eran las 00:30 del 3 de Noviembre, acababa de llegar a la tétrica estación de Pontedeume a la que me fue a buscar Nico, nuestro encantador vecino. Llegué a casa y lo primero que hice fue abrir la maleta. Pasó lo que pasó y me quedé paralizada. Llamé a Mari, la de Redes; a Mari, cuando escuchó mi relato le dio por reír, no paraba de reír y a la vez de pedirme perdón por reírse. A mí me daba igual que se riera y más igual todavía que me pidiera perdón. Quería una solución. Prisilla, que eres una prisilla, me decías tú desde el cercano Más Allá. No creas, pero cantidad de veces me acuerdo de tus llamadas de atención y casi te hago más caso de muerto que de vivo. Total que la Mari, cuando pudo frenar el ataque de risa, me dijo que no me preocupara, que ella tenía un huerto y que precisamente tenía pensado plantar un peral. ¿Tú, reencarnado en un peral? Bueno, no era esa mi idea, pero Mari insistía: "Mira Loliña, non che preocupes. Mañan facemos un agujero, poñemos os restos do teu home e despois..." Pues eso, que Mari con toda su buena intención me ofrecía un trocito de huerta para acogerte. "Compramos un candado con duas chaves y cada una va cando lle dé a gana".
A la una de la mañana me pareció una solución bastante aceptable, pero la cosa fue cambiando según me dio por compartir la aventura con unas y con otros: "No te recomiendo que plantes a tu chico en un terreno privado, que luego igual se vende y ¡ala vai o teu home, quén sabe onde!", me decía Tere.
"Yo tengo un terreno muy bonito, a pie de carretera, fuera de mi casa y aquí puedes venir cuando quieras" "Pero..." siempre hay un puto pero, "hay que tener cuidado con los corzos, porque hay mucho corzo y se comen las cortezas de los árboles jóvenes". Pues vaya. Luego apareció Manolo: "Mira Lola, lo mejor es un sitio público, como Las Fragas o Breamo, allí donde se celebran las fiestas hay huecos estupendos". Manolo no solo habló sino que me llevó a verlos. A él también le ilusiona encontrar un sitio chachi para su amigo Josito y ayudarme. Igual a ti te gustaba, pero a mí me parecía un poco lejos. A mí me gustaba el Paseo Marítimo, frente a la piscina de Ricardo Sánchez, hay muchos y bonitos huecos, tienes la ría al lado y el cementerio de barcas que tanto te gustaba fotografiar, pero es público y no está permitido, habría que hacerlo a escondidas. "Además", decía Cris, "las cenizas son contaminantes".¿Perdona? "Si, si, ahí todos los medicamentos que tomó Josito van a contaminar el terreno donde plantes". ¡No me jodas...! Total que harta ya de buscar el sitio adecuado, decidí confabular con Merchi Veiga, que dicho sea de paso entiende mogollón de árboles y jardinería. Nos fuimos las dos en mi limusina a Viveros Brandariz, montamos el precioso olivo en el coche y ahí está, en el balcón de la habitación rosa (la llamo así porque la decoré pensando en Delia), esperando que lleguen Marga y Lalo para coger tus cenizas y enterrarlas en el olivo. La verdad es que queda chulísimo y seguro que a Delia y a Adri les gustará tener a papi en el balcón de su habitación. ¿O no?