viernes, 26 de mayo de 2023

La incertidumbre y el cáncer

    El azar incomoda, es algo que tememos aparezca en nuestras vidas. Ahora me han descubierto un cáncer y nosotros no hemos sido educados para la incertidumbre. Cualquier imprevisto descoloca nuestro orden aparente e introduce un conflicto  incómodo en nuestras teóricas y balsámicas certezas, aunque seguramente no deberíamos temer tanto que nos remuevan los esquemas, que algún suceso azaroso haga tambalear los cimientos de nuestra apacible y estancada existencia. No tiene por qué ser malo que todo lo que creíamos seguridad o certeza se escabulla por las fisuras del sólido muro defensivo de convencimientos que nos habíamos construido para dar estabilidad a nuestros días. 
    El azar nos descoloca pero a la vez sacude esa monotonía relajada que habíamos ido atesorando y nos devuelve al vértigo de un presente que se mueve, que palpita. Puede que ese imprevisible azar nos traiga una realidad aterradora, puede que nos paralice su presencia y que pretendamos huir despavoridos pero, a pesar de ello las incertidumbres son sanas, nos abren los ojos, nos ayudan a desvelar de nuevo la vida y a valorar aquellas maravillas que antes quedaban silenciadas en nuestra acomodada existencia.

martes, 16 de mayo de 2023

Que sea el cuerpo el que piense

    Por lo que he ido sabiendo, la primera sesión de quimioterapia suele ser inquietante para mucha gente, miedo al dolor y a los posibles efectos secundarios, nervios por lo que pueda pasar y ansiedad por saber cómo se va a afrontar el trago. El desconocimiento genera mucha inquietud. También se sabe que las reacciones son diferentes en cada persona y en cada caso. 
    Cada uno tenemos un cuerpo y una manera diferente de afrontar la vida. En mi caso estoy convencido de que la manera en la que afrontamos estos episodios de dolor (físico, emocional o espiritual) es la misma manera en la que hemos decidido vivir. Y viceversa: nuestra vida está totalmente condicionada por la forma en que afrontamos estos episodios especiales. Yo me he ido convenciendo de que lo más saludable para vivir sin miedo es irse tomando las cosas como vienen, con calma, hay que frenar el desboque de la cabeza ante los acontecimientos –tanto las favorables como los adversos– y dejar que sea el cuerpo el que piense, el que sienta, el que nos vaya dando las pautas. 
    La receta sería  sencilla: evitar que el sosiego y la tranquilidad nos abandonen inmediatamente ante cualquier inconveniente; aunque nuestra natural impaciencia quiera cortarnos de raíz esa medicina natural, dejar que sea el tiempo el que decida cómo lo vamos a pasar. El temor a males futuros no puede condicionar nuestro presente. Si vienen ya aprenderemos a lidiar con ellos. Y si nunca suceden, para qué angustiarnos.

domingo, 14 de mayo de 2023

Amigos de oro

    Desgraciadamente la palabra amistad se usa con poco rigor, tendemos a banalizar su significado más profundo y la utilizamos con una ligereza que confunde su sentido. Hoy, que se da carácter de sólido a todo lo superficial, lo ligero, lo intrascendente o lo instantáneo, salimos a tomar unas cañas con alguien, nos reímos, nos caemos bien y ya consideramos que somos amigos. Pero la amistad, como otras tantas cosas que importan en la vida, hay que cocinarla con mimo y a fuego lento. Un amigo no es un compañero ni un colega, un amigo es aquel del que aprendes a ser mejor, al que acudes cuando necesitas calor, un refugio seguro. 

    Cuando la vida se retuerce, cuando los días amargan y las desdichas acechan eres más consciente de cómo sientes a la gente que te rodea. Yo siempre he estado convencido de que tengo una gran fortuna por estar rodeado de amigos de oro, amigos apasionados de lo bello, de lo justo y de lo honesto, amigos con los que me gusta compartir, aliarme, amigos a los que admiro por su forma de entender la vida, pero sobre todo amigos que me hacen crecer con sus palabras de aliento y amigos cuyo cariño hace que la adversidad sea menos cruel. ¡Os quiero, amigos!

martes, 2 de mayo de 2023

Has decidido venir a por mí

    Has decidido venir a por mí. Sin razones me has puesto en tu punto de mira. Te has propuesto acabar conmigo porque sí. Me has sentenciado caprichosamente. Como a todos los que enfilas a escondidas para propinarles ese mazazo traicionero capaz de aniquilarlos, como a todos los que espías en silencio para poder asestarles ese navajazo por la espalda que les derrumbe para siempre. 

    Has decidido venir a por mí. Pero eres muy cobarde, no has sido capaz ni de decírmelo a la cara. Miserable. Te he tenido que perseguir para que cantaras. Te he tenido que ir a buscar a tu escondite para descubrir tus intenciones ocultas. He tenido que adentrarme en esa caverna oscura en la que llevas tiempo atrincherado esperando la oportunidad de poder machacarme. Esperabas poder presentarte sin avisar, hacerte ver cuando ya fuera tarde para reaccionar. Ni una oportunidad, ni una mísera advertencia de tu presencia y tus intenciones. 

    Pero esta vez te ha salido mal. Que sepas que no vas a conseguirlo fácilmente. Que sepas que ahora que te he descubierto, no me asustas. Que sepas que pienso plantarte cara. Aunque sea lo último que haga. Pienso aferrarme a lo que queda. Pienso exprimir las estadísticas por ínfimas que sean, como se apura el último sorbo de agua en mitad del desierto, como se estiran hasta el infinito los minutos cuando uno está disfrutando del amor, del amanecer o del paisaje. 

        Pero sobre todo, que sepas que no estoy solo. Ni ahora ni nunca. Ni antes ni después. Tengo un ejército que me respalda. No te bastará con someter mi organismo, tendrás que aniquilar también el ánimo y la potente energía positiva de mucha gente que está a mi lado, gente insumisa, insometible, rebelde y tenaz que ha querido acercarse a defenderme de tus amenazas, gente con convicciones, difícil de doblegar, gente que me quiere sin tapujos. Y querer de verdad significa sufrir lo que se ama y amar lo que se se sufre. Lo tienes crudo. Vas a tener que luchar a muerte. Somos muchos, preparados y muy unidos.

    Has venido a por mí y puede que al final lo consigas pero no podrás eliminarme. No conseguirás arrebatarme todo el cariño que me ha hecho sentir la gente que me quiere, no conseguirás eliminar lo orgulloso que estoy de mis acciones, lo feliz que siempre he sido mirando sin miedo al horizonte, la tranquilidad que me ha aportado haber aprendido a vivir sin prisas y sin trampas, el placer de haber podido contribuir a que algunas personas sonriesen o la satisfacción que me produce no haber hecho daño. Son algunas de las cosas de las que no te podrás apoderar. Son intransferibles. Me las llevo puestas.

Ciudades deshumanizadas

Regresamos a Madrid. La vuelta a la gran ciudad después de unos días de disfrute de la naturaleza en Galicia resulta cada vez más triste. La...