Poco tardaron las mentes biempensantes de Abogados Cristianos, del Partido Popular, de Vox y de Ciudadanos en denunciar a Correos por emitir un sello conmemorativo del centenario de la fundación del Partido Comunista de España y poco tardó una celosa jueza en suspender su emisión por ser una inaceptable “exaltación de un partido político que cometió crímenes y persiguió a miles de personas”. Está claro que se cometieron muchos errores en nombre del comunismo. Lo mismo que se hicieron locuras en nombre de Dios. Pero nadie pide que se supriman los pasquines y las celebraciones cristianas.
No demonicemos. Desgraciadamente aún hay gente a la que le dan alergia las palabras. Y todavía no hay vacunas. Aunque la palabra comunismo a muchos les produzca sarpullidos, hoy el Partido Comunista de España es un partido totalmente integrado en la legalidad constitucional por la que nos regimos y tiene el mismo derecho que cualquiera a celebrar su onomástica.
La guerra de Ucrania, el calentamiento global, las migraciones o la pandemia son algunos ejemplos que demuestran que hoy más que nunca es necesario entender la sociedad como un todo común. Esta obviedad actual es la que siempre ha guiado la conducta de los comunistas –aunque no se debiese a Marx sino a los economistas liberales– porque es lo que realmente armoniza los intereses colectivos. Quizás los comunistas de hoy ya no tienen cuernos y rabo, quizás no pasaría nada si les permitésemos celebrar su centenario. Posiblemente sean más sensatos, sensibles y solidarios que los que no entienden todavía la sociedad como algo de todos, como algo común.
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