domingo, 27 de octubre de 2024

Mi época

Ayer, en el tren Coruña-Madrid, me tocó un asiento en contra de la marcha y, además, tres compañer@s de viaje, la que iba a mi lado y l@s dos que se sentaban frente a nosotras: una china y un nacional que parecía haberse escapado de las páginas de Asterix. Todo en él era grande, su volumen, su cabello rizado y la forma de manifestarse. "¡Qué aburrimiento!" comentaba cuando se hartaba de hablar con el móvil o de liarse un cigarrillo que se fumaba, cuando el interventor no estaba, en el descansillo entre vagones.

La chica que se sentaba frente a mí se llamaba Mónica y era china. A mí me lo pareció por sus rasgos, pero me lo confirmó ella misma cuando vio que sacaba mi libro de alemán dispuesta a intentar que los "Hausaufgaben" (deberes) de mi B1,2 me hicieran olvidar al doble de Asterix. Mónica sorprendida me dijo ¿Estudias alemán? ¿Y ya estás en el B 1? La chica se mostraba admirada. Asterix que debió adivinar una oportunidad única para paliar su aburrimiento, se disculpó de antemano y me preguntó por qué razón a mi edad estudiaba alemán. Mi primera intención fue decirle que porque me daba la gana, pero pensándolo bien, tenía ganas de jugar un poco, así es que, consciente de lo que se le iba a pasar por su cabeza, le dije que porque había conocido a un alemán, lo cual era verdad. Asterix sonrío con picardía. "Je-je-jé je-je-jé" . Ni jejé ni jojó, le aclaré yo. Peter, como se llamaba y se llama mi amigo alemán, estaba casado y bien casado. Se encontraba en España para hacer su doctorado de periodista sobre la transición española. Nos hicimos amigos (yo siempre he creído que entre un hombre y una mujer es posible la amistad sin derecho a roce); y me convenció para estudiar alemán. 

Lo cierto es que lo de mis estudios de alemán y sobre todo lo de ser periodista consiguió que los cuatro pasajeros iniciaramos una interesante conversación que nos llevaría a Madrid casi sin darnos cuenta. La chica que se sentaba a mi lado se llamaba Carmen, tenía aires de estudiante moderna, pero ni estudiante ni moderna "Ya no estudio, estoy trabajando. Soy menos joven de lo que parezco". Pues sí, no sé la edad que tendría pero parecía una estudiante, un poco conservadora, a juzgar por los comentarios que hacía sobre la situación actual. Yo no quería hablar de política. Me libró lo de ser periodista. Era evidente que a mis tres compañeros de viaje les atraía más hablar del periodismo actual que de lo groseros que son los políticos de hoy en día.  "Seguro que en su época los periodistas eran más objetivos que ahora". ¿Mi época? -pensé yo un tanto mosqueada- mientras le contestaba a Carmen que no creía en la objetividad. "Creo en la honestidad, uno puede y debe ser honesto, pero es prácticamente imposible ser objetivo. Todos tenemos un filtro que nos hace ver las cosas según nuestra forma de sentir y pensar". Carmen, erre que erre seguía con la dichosa falta de objetividad de los periodistas de hoy, según ella todos son víctimas de una subjetividad bastante corrupta. Yo, que normalmente a pesar de ser muy femenina, no soy capaz de ocuparme de dos cosas a la vez, escuchaba su relato y al mismo tiempo le daba vueltas a eso de que "en su época los periodistas eran más objetivos que ahora". Perdona, jovencita. Mi época es esta. Yo estoy viva y como tal vivo en esta época.

Es cierto que también viví, sin enterarme mucho porque tenía siete años, el vacío que nos dedicó el mundo tras la Segunda Guerra Mundial, también la época de la represión franquista, de la que no me enteré mucho porque estaba en la parra y no me faltaba de nada. Viví, con mucha ilusión por cierto, la época de la transición y todas las épocas, por llamarle de alguna manera, que vive una persona a lo largo de su vida. Los mayores, y yo lo soy, no somos personas de otra época. Eso es una falacia. Uno es de la época en la que vive, sucede que los que ya llevamos unos cuantos años rodando por esta vida tenemos la ventaja de haber vivido de primera mano otras épocas que por duras o injustas que hayan sido nos han enriquecido como seres humanos. Así que, mi querida Carmen, tú y yo, a pesar de la evidente diferencia de edad, a pesar de que tú eres una adulta joven y yo una joven septuagenaria, vivimos en la misma época. Lástima que, al contrario que Mónica, no me pediste mi número de móvil para guasapear. Me hubiera encantado sacarte de tu error.

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