domingo, 31 de mayo de 2020

Imágenes para siempre

No cabe duda alguna de que este año cabalístico, enigmático, este 2020 tan especial, ha venido para quedarse. Quiere dejarnos  un abanico de imágenes con una gran carga emotiva, que marcarán para siempre los recuerdos y la vida de toda una generación. Escenas de hospitales colapsados, de ciudades sorprendentemente vaciadas, de rostros desgarrados sin consuelo, de aplausos sinceros, de llantos incontrolados, de ancianos moribundos secuestrados, de amarga soledad incontenible o con muestras de solidaridad desbordante, imágenes importantes plagadas de intensidad que nunca conseguiremos borrar.
Desgraciadamente y en paralelo también se nos quedarán en la retina otras estampas de impacto, menos emocionantes y tan dolorosas cuando menos, manchadas de crispación, de odio, salpicadas de acaparadoras banderas callejeras tratando de apoderarse de lo que es de todos, fotos impregnadas con los mensajes irresponsables de nuestros responsables políticos, escenas con groseros ejemplos de falta de ejemplaridad, del intratable ruido extremo de la intolerancia, de la ausencia total de autocrítica en momentos tan críticos o de atrincherados delimitadores de fronteras que acentúan las distancias entre las diferentes españas. Todas esas imágenes también se van a quedar con nosotros.
Siempre recordaremos este año como aquel en el que alguien nos robó la primavera. Por ahora no podemos saber si además, detrás de la primavera robada, la llegada de la nueva (a)normalidad traerá consigo un ansiado verano aclimatado en el que nadie se haya quedado atrás o, por el contrario, lo que nos espera directamente es un desesperante invierno como un infierno teñido de inclemencias e incertidumbre.

jueves, 28 de mayo de 2020

O es democracia o es otra cosa

¡Madre mía! Resulta que ahora nos enteramos que en la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados cualesquiera de los presentes —representantes de la ciudadanía elegidos democráticamente por todos nosotros para que sean portavoces de nuestras ideas—, puede decir sin pestañear la mayor animalada que se le ocurra acerca de sus adversarios políticos porque no tiene ningún castigo, no tiene que ser perseguido por la justicia como el resto de los mortales cuando no somos sensatos, cuando se nos calienta el paladar y decimos alguna burrada. Para estos privilegiados de la justicia no importa. (Art. 71 de la Constitución: Los diputados gozarán de inviolabilidad por las opiniones manifestadas en el ejercicio de sus funciones). 

Esto viene  a significar que a un diputado puede ocurrírsele decir —porque se supone que puede ser interesante para captar votos— que su adversario político es un asesino y no es necesario que lo matice, no es imprescindible ni siquiera que le ponga delante el calificativo condicional de presunto —como tenemos que hacer el resto de los mortales si no queremos complicarnos la vida en los tribunales– , no es necesario porque desde la tribuna de oradores del Congreso los diputados tienen bula, son privilegiados, están vacunados, pueden decir la mayor barbaridad que se les antoje con total impunidad. Fatal. 

Ahora vamos entendiendo esa locura en la que se ha convertido el Congreso de los Diputados: descalificaciones, insensateces, brutalidades, insultos sin ton ni son hacia cualquier adversario. Es gratuito, no cuesta nada. Vale todo. Perdónenme, pero esto no tiene nada que ver con la democracia ni con la  libertad de expresión, esto es un cheque en blanco para saltarse la sensatez, la decencia y el juego limpio que se nos exige al resto de la sociedad. El librepensamiento es una doctrina que sostiene que las posiciones de cada uno en relación a su concepción de la realidad deben de  sustentarse en el análisis, la lógica y la razón, pero nunca en la autoridad, en la arbitrariedad, en el sinsentido, en la tradición, en el odio o en alguna casual ocurrencia interesada en particular. Resulta muy curioso que sean aquellos que emplean la irracionalidad y el despropósito como banderas los que se arrogan con orgullo el título de librepensadores, de adalides de la libertad. 

Así, alguien puede soltarle a otro, sin ruborizarse y sea quien sea el destinatario, que su padre es un terrorista, insultarle abiertamente o decirle que es un asesino, como se ha dicho frecuentemente en la Cámara de Representantes. Sin matices, sin medias tintas, sin condicionantes. Así de crudo. Y no pasa nada. ¡¡No pasa nada!! Son sus señorías. Y por eso, por el hecho de serlo, están autorizados a decir lo que les venga en gana. Pues no estoy de acuerdo. Me rebelo. Si usted me difama, sea usted quien sea y lo haga donde lo haga, tiene que responder ante el juez de sus actos y, en caso de no ser cierto lo que dice, tiene que rendir cuentas, tiene que ser castigado por mentir y por difamar. Eso es la independencia real del poder judicial. La tribuna del Congreso no tiene que ser una isla privilegiada, un reducto de impunidad, sino todo lo contrario, debe ser una plataforma de ejemplaridad para la ciudadanía, en la que la falta de ética se persiga y se castigue con rigor. En la Facultad de Ciencias de la Información nos decía un profesor de Derecho Político que, o el listón es el mismo para todos o, le llamemos como le llamemos, a lo que estamos jugando no se le puede llamar democracia. Es otra cosa.  

domingo, 24 de mayo de 2020

¿Título o capacidad?

Durante todo este estado de alarma han sido muchas las voces que, alarmadas, han puesto el grito en el cielo. No se entiende que para controlar este descontrol en el que estamos inmersos se ponga a un hombre que no sabe nada de sanidad, un incapaz, una persona sin experiencia en pandemias ni en salud, sin ni siquiera titulación de médico. Nada menos que un filósofo.

Por su parte, la señora Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, se ha enfadado mucho cuando este ministro filósofo (que sabrá mucho de metafísica, pero no tiene ni idea de desescaladas) le negó el pase que le correspondía a la fase uno. ¡Qué sabrá el ministro filósofo! Los que saben son los expertos del Consejo Asesor del Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, que han asegurado que la Comunidad estaba perfectamente capacitada para dar ese salto.  

A la vista de esto lo mejor que podemos hacer es acercarnos a conocer a este comité de científicos sabios. El Jefe de Gabinete de expertos es Emilio Gonzalo Navarro García. Licenciado en Periodismo. También ha hecho cursos de doctorado sobre Análisis de los Medios de Comunicación Social y Sociedad del Conocimiento.
El resto del comité de sabios lo componen:
- María Ángeles del Molino Olías. Licenciada en Derecho y en Ciencias Económicas y Empresariales UCM. 
- Paula Gómez-Angulo Amorós. Licenciada en Periodismo por la Universidad CEU San Pablo
- Manuel Moreno Escobar. Grado en Ingeniería de organización Industrial.
- Marta Osuna Martín. Formación en Marketing y Dirección Comercial (ESEM).  Master en Protocolo y Relaciones Institucionales.
- Leire Sopuerta Biota. Licenciada en Periodismo por la UCM. 
- Eva Luengo González. Licenciada en Derecho por la UCM.
- Mercedes Vera Vera. Licenciada en Ciencias de la Información. Periodismo (C.E.U. San Pablo).  
- Pilar González Romanillos. Licenciada en Farmacia por la UCM.
- Jesús Ortega Seda. Licenciado en Ciencia Política y Sociología, por la Universidad de Granada,
- Margarita Ansón Peironcely. No figura titulación. Procede del Gabinete de prensa del Grupo Popular en el Congreso. 
- Susana Penedo Jiménez. Licenciada en Sociología por la UCM. 
- Arturo Sánchez Rodríguez. Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la UCM.

Está claro que un licenciado en Filosofía no es nadie capacitado para resolver este tipo de cuestiones, los verdaderamente válidos para resolver estos problemas son los licenciados en Derecho, en Periodismo, en Económicas y en Sociología. ¡Esos son los que realmente saben de inmunidad, de pandemias, de prevalencias y de virus! 

miércoles, 20 de mayo de 2020

Los nuevos revolucionarios

Al principio, cuando nos acababan de alarmar, cuando las calles olían a muerto y las puertas de las casas estaban clausuradas entre un mar de dudas, quise elucubrar sobre alguna cosa interesante que entresacar del pánico ambiental, posibles cambios de cara al futuro, acercamientos amigables entre planteamientos contrapuestos o alguna reflexión acerca de la ideología y la conciencia social. Mi amigo Jesús Torralba, de forma escueta, precisa y premonitoria me contestaba lacónico: “¡Cómo me gustaría creerte! ¡Qué miedo me da cuando se pase el miedo!” Siempre tan perspicaz, de nuevo el tiempo lo confirma. En cuanto dejamos unos metros atrás el miedo, la situación empieza a provocar ya un pánico atroz.

Durante todo el confinamiento se han ido calentando las redes sociales y radicalizando las posiciones. No solamente Vox levanta su dedo acusador contra el Gobierno, al que tacha sin miramientos de geratricida y de asesino, sino que el Partido Popular pasa a desintegrarse en una cadena salvaje de despropósitos (con ánimo de marcar diferencias respecto a Ciudadanos) y se sube al carro de las agresiones sin límite, de los insultos desmesurados y de la crispación. De por sí ya es grave la situación, pero lo peor es que cuando los que nos representan se portan de forma tan poco racional, tan exaltada y tan bruta, sus representados les emulan y la calle se llena de una locura incontrolable que termina en enfrentamientos tan fratricidas como ingratos. Hay forcejeos peligrosos en las caceroladas y se acallan los gritos de los insumisos a pedradas. 

Hoy, los nuevos revolucionarios no reclaman igualdad y fraternidad, lo que les duele es que el tal Simón no lleve siquiera corbata, que el ministro filósofo les obligue a quedarse en casa y que el socialcomunista que preside el país, en vez de preocuparse de ellos como se merecen, que para eso son la clase dirigente, pierde el tiempo empeñado en que los más desfavorecidos sobrevivan a la crisis. ¡Valiente imbécil! Y con esas razones revolucionarias se lanzan, a golpe de cacerola y con amenaza de golpe de estado, a reconquistar España. Un desvarío que da miedo. Avivan el incendio de la pandemia porque piensan que les va a ir mejor con las llamas que con las urnas. Un intento alocado de darle la vuelta a la historia con palos de golf. La revolución pija asalta los cuarteles pidiendo pan y libertad. Es el acabóse.

Para rematar, algunas presidentas cabales, políticas ejemplares donde las haya, arengan a las masas y se prodigan en advertencias amenazantes: “Que esperen a que la gente salga libremente a la calle, lo de Núñez de Balboa les va a parecer una broma”, dice una Ayuso risueña ante los medios. Y así, con esa altura de miras, va llenando de enemigos la acera de enfrente en la que hace un rato solo había gente con distintas opiniones. Es muy triste la imagen que está dando la presidenta madrileña. Más todavía es la bendición que obtiene del gran pilar popular, el ungido señor Aznar: “es una satisfacción que sufras el ataque de los hijos de Chávez”. Va bien la cosa. 

La ira de los partidos más reaccionarios (empezando por la que manifiestan impúdicamente sus dirigentes), desnortada, hambrienta de poder y con ansias de venganza a toda costa, es un grave problema para el país, si cabe —o sin ningún lugar a dudas—más grave que la que padecemos con la maldita pandemia. 

lunes, 18 de mayo de 2020

Protestas insanas


Desde hace unos días salen a la calle cientos de ciudadanos a manifestarse en contra del Gobierno. Se quejan de que los comercios están cerrados y sus dueños necesitan trabajar. Alguien ha dicho que cuando el barrio de Salamanca protesta contra el Gobierno, es que el Gobierno algo está haciendo bien.
- Es muy cierto que en algunos hogares la pandemia supone una pérdida de ingresos, pero en otros muchos significa acudir a los comedores sociales para subsistir. No es lo mismo dejar de ganar que dejar de comer. 
- Es muy lícito que cientos de ciudadanos se congreguen en las calles para hacer una cacerolada de protesta contra el Gobierno. Lo que no es tan lícito es que lo hagan atentando contra la salud de los demás, sin respetar las obligatorias medidas de distanciamiento social.
- Es muy comprensible que cualquier dirigente político se pronuncie en favor de una protesta concreta, lo que no está nada bien es que ni el alcalde de la ciudad ni la presidenta de la comunidad obliguen a que todos, incluso los manifestantes que ellos apoyan, cumplan las leyes en los territorios que ellos gobiernan.
- Es muy sensato que se decida convocar una manifestación contra los desaciertos del Gobierno ante la pandemia, pero dista mucho de ello defenderla como una cruzada antibolivariana contra los bolchevismo soviético que gobierna nuestro país y la pandilla socialcomunista que nos dirige.
- Es muy legal que unos vecinos quieran exigir que no se mantengan más los comercios cerrados, pero no es lógico pensar que si frenar el avance del virus tiene un coste importante para todos, los privilegiados de un barrio o de una ciudad pidan que se les exima.
- Es totalmente constitucional solicitar permiso para manifestarse contra los expertos que dirigen la desescalada, pero no es honrado ni constitucional hacerlo incitando al odio, convocando a la sublevación militar, voceando máximas en favor de Franco y ondeando la bandera de la dictadura.
- Es defendible que esta que se ha dado en llamar la revolución de los cayetanos, arremeta contra un Gobierno que consideren lo ha hecho mal en su intento de salvar vidas humanas, pero que lo justifiquen diciendo que la causa es un gabinete chavista y estalinista es un tanto absurdo.
- Es muy político tratar de aprovechar los errores del contrario para tratar de sacar rédito en beneficio propio, lo que no es político es arengar a las masas para que se lancen a provocar un golpe de estado.
- Es muy cierto que conviene buscar otros canales de participación ciudadana además de acudir a las urnas cada cuatro años, pero no parece muy serio que cuando el resultado de las urnas no es el apetecido la forma de participación ciudadana que se proponga sea anular la votación liándose a puñetazos en la calle.
No vale. O aceptamos las reglas o rompemos la baraja. 

sábado, 16 de mayo de 2020

Cuidémonos o murámonos

Lo normal era "hasta la vista" o "nos vemos pronto". Ahora siempre decimos "cuidaros mucho". Y es que los tiempos son complicados. Hace falta no caminar a ciegas, no despistarnos y mirar con cautela dónde pisamos. En esta andadura que afrontamos tenemos la suerte de haber aprendido bien la lección; todos sabemos cuánto mide un metro y medio y cómo tenemos que lavarnos las manos.

Nos han adoctrinado adecuadamente en la adopción de nuevos hábitos higiénicos pero desgraciadamente no parece que nadie se haya esmerado en darnos un curso intensivo para la adopción de nuevos hábitos morales, que en estas circunstancias delicadas nos pueden salvar la vida. Son pedagogías complicadas, actitudes menos asumibles, hábitos más difíciles de inculcar, pero conseguir introducirlos entre la población y de forma muy especial entre la clase política, sería enormemente beneficioso para afrontar con éxito el tiempo que nos espera y para acercarnos acertadamente al ansiado bienestar social. Avanzaríamos mucho en cordura colectiva si no invirtiésemos tantos esfuerzos en lograr que el mundo se entere de los pequeños errores que ha cometido el vecino y aprendiésemos a aplaudir los grandes aciertos del contrario en beneficio de la colectividad. Pero ni nos lo han inculcado ni predicamos con el ejemplo.

En nuestras manos está el continuar con esta miseria moral en la que nos movemos, esparciendo odio a diestro y siniestro y escupiendo intolerancia a todas horas, o aprovechar para plantearnos otra forma más humana de desescalarnos verdaderamente, buscar algún arrebato de sensatez colectiva que nos permita salir del hoyo inmoral en el que nos hemos metido o promover algún cultivo de lucidez masiva que consiga iluminar este pozo cada vez más siniestro en el que nos hundimos. Sería la única manera de evitar que finalmente nos extermine la pandemia mortal que nos puede venir encima tras el desconfinamiento. Solo así impediremos que nos asfixie definitivamente la cuarentena a la que nos condena ese otro virus maligno, mucho más dañino y más contagioso, que es el odio. Tenemos que conseguir evitar la propagación de la intolerancia, que los otros sean de una vez parte de nosotros, que no nos contamine la crispación, que sean la mesura y la racionalidad las que dominen el debate público. De no ser así estamos sentenciados a comprobar en cuanto salgamos a la calle que la nueva normalidad hacia la que caminábamos ilusionados era totalmente irrespirable, estaba completamente infectada con virus de intransigencia, mucho más letales que el Covid-19.

viernes, 15 de mayo de 2020

La bici en la nueva normalidad

Hasta hace poco tiempo los ciclistas urbanos éramos unos marginales, unos trasnochados incapaces de adaptarnos a los tiempos modernos, unos alocados empeñados en arriesgar la vida entre los coches, unos inconscientes. Pero, como decía Bob Dylan, los tiempos están cambiando y hoy muchos responsables de diferentes países, entre otros el Ministro de Sanidad del nuestro, señalan a la bicicleta como la gran solución, el mejor medio de transporte para afrontar el futuro tras el confinamiento, especialmente en grandes núcleos de población. En las circunstancias actuales la bicicleta se presenta como una fórmula ideal para los desplazamientos en ciudad, ya que permite sin ningún problema mantener la distancia de seguridad con otras personas. El coronavirus está haciendo que nos replanteemos seriamente muchos de nuestros viejos hábitos. La bicicleta se presenta ahora como una buena herramienta y los gobiernos tratan de favorecer su uso como medio de transporte adecuado para empezar a recuperar sin riesgos el tiempo perdido. 

Por suerte el confinamiento y la paralización en el movimiento de vehículos ha hecho evidente que las restricciones al tráfico rodado consiguen disminuir fácilmente los niveles de contaminación en las ciudades. El de dióxido de nitrógeno se había reducido después de tres semanas de confinamiento un 51% en las 80 localidades más pobladas de España. El coronavirus ha conseguido abrirnos los ojos. Es el mejor momento para contrastar las ventajas de un cambio radical en el modelo de movilidad urbana, que ya antes de la pandemia se presumía como necesario aunque no se entendiese de necesidad inmediata. Quizás ahora sea el momento de dar un puñetazo sobre la mesa. A la ventaja que en el camino hacia la nueva normalidad supone el uso de la bicicleta para mantener el distanciamiento social, hay que añadir los enormes beneficios derivados del descenso en los niveles de contaminación urbana que a largo plazo lleva consigo el uso habitual de la bici en la salud de la población. Economía, ecología y salud. No es poco.

En todo el mundo se palpa ahora un interés en  propiciar cambios que nos lleven a ciudades más sostenibles, en impulsar nuevos modelos de movilidad urbana más limpios, con menos coches y menos ruido. Se nos empieza a ver a los bicicleteros de otra forma más amigable. Incluso el alcalde de Madrid,  José Luis Martínez-Almeida, que inició su andadura en el Consistorio eliminando carriles bici en la capital, ahora ya dice que “somos conscientes de que en la situación actual la bici puede ejercer un papel fundamental. Es un medio de transporte muy seguro si se adoptan las medidas adecuadas y además es sostenible”. ¡Hasta el alcalde que quería acabar con el Madrid Central empieza a vernos bien a los ciclistas! Aunque muchos se resistan, hay que reconocer que también tenemos que agradecerle cosas buenas al coronavirus. 

domingo, 10 de mayo de 2020

Pedagogía del virus

Se nos acaba el confinamiento.
- Estar con nosotros mismos no ha sido ningún castigo. / -Ahora sabemos que hacer nada estaba subvalorado. / -Nos hemos convencido de que el futuro es incierto. / -Hemos aprendido a lavarnos bien las manos. / -Siempre andamos con prisas para ir a ninguna parte. / -Salir a la calle puede ser un deporte de riesgo. / -El planeta respira a gusto si estamos un poco más quietecitos. / -Es bonito circular despacio por la vida. Más rápido no es mejor. / -No tiene sentido basar la vida en el placer personal. / -Tener tiempo para pararse a pensar tampoco es ninguna tontería. / -Todo lo que hacemos afecta a los demás y al mundo. / -Encontrarse con uno mismo puede dar mucho juego. / -Los abrazos virtuales emocionan pero les falta calor. / -Este virus (por suerte) no entiende de clases sociales. / -Cuando esto pase podemos empezar a ser de otra forma. / -Tenemos que cambiar algunos hábitos higiénicos y muchos hábitos morales. / -No podemos elegir ni lo malo ni lo bueno que nos va a pasar. / -Ser libre no implica hacer lo que uno quiera. / -Europa, o es algo de verdad o no tiene sentido. / -Tenemos que apreciar en lo que vale el bien común. / -Es triste pensar que la suerte de cada país depende solo de él mismo. / -Lo del teletrabajo era más fácil de lo que decían. / -Cuando llegan las tormentas buscamos cobijo bajo el paraguas del Estado. / -Siempre tenemos proyectos aparcados que vale la pena recuperar. / -Aquello imprescindible que teníamos que hacer no era tan importante. / -La globalización no debería limitarse al desarrollo del comercio internacional. / -Posiblemente las convicciones de cada uno se hayan reforzado. / -Hay que valorar lo mucho que queremos aquello que queremos. / -Debemos de cuidar el sistema sanitario o la próxima será igual de dramática. / -Un aplauso no es suficiente para pagar al que arriesga la vida por nosotros. / -No ha sido interesante privatizar la sanidad y las residencias de ancianos. /- Tener miedo es una estupidez, nada nos va a librar de morir. / -Pensar en los demás ya no es una cuestión de caridad, es una cuestión de inteligencia. / -No llores. Si lloras por haber perdido el sol tus lágrimas te impiden ver las estrellas. / -Tenemos que aprender a pensar en plural. Menos yo y más nosotros. / -La globalización no interesa, hay que plantearse seriamente la planetización. / -El individualismo tiende a fragilizar los vínculos sociales. / -La educación en nuestra sociedad es un bien imprescindible. / -La nueva normalidad obliga a pensar en una nueva ética. / -¿Es posible esquivar la nueva anormalidad?

miércoles, 6 de mayo de 2020

Voceros del odio

Han renacido con el estado de alarma. Son unos siniestros personajes a los que no interesa la realidad ni quieren saber nada de la pandemia, ni del confinamiento y mucho menos del coronavirus, lo que quieren es irradiar miedo para contaminar de rabia a la sociedad, crispar a la ciudadanía. Piensan que cuanto peor, mejor. Son los voceros del odio, venden crispación gratuita y a gritos. Desparraman odio por doquier pero no arremeten contra la desgracia, no se quieren enfrentar al mal. Al virus no lo acosan, no les vale, no le pueden ni siquiera insultar, necesitan un culpable de carne y hueso que cargue con su desprecio, que apechugue con sus iras. Precisan una diana a la que poder disparar abiertamente, alguien o algo concreto contra quien despotricar convirtiéndole en el provocador de todas nuestras desgracias. Alguien habrá que tenga que pagar por todo lo que nos pasa. Y en cualquier caso siempre queda la opción de matar al mensajero. ¡Qué más da! Cualquiera vale como chivo expiatorio de nuestros males. No es cuestión ahora de acordarse de los dirigentes políticos que desmantelaron la sanidad pública y firmaron una apuesta por la privada sin temblarles el pulso. No es eso. Ahora nos vale este que pasaba por aquí o aquel otro que pretendía poner algo de cordura en el embrollo. Y si no, nos volcamos con el entrenador, que siempre tendrá alguna culpa cuando no ganamos.

Dicen los voceros del odio que uno de los odiables puede ser Fernando Simón, ese tipo de voz aguardentosa que no sabe ni cómo se va a comportar  el virus, que tiene dudas acerca de la evolución de la pandemia y que no hace otra cosa que pedir prudencia. O si no, tenemos ahí al filófoso ministro, ese otro listillo que ni es médico ni es nada, un aficionado puesto a dedo en Sanidad que hasta los chinos engañan, ese que nunca tiene certeza de nada, que dice que es un virus nuevo y falta información, que hay que  investigar y  cometer errores porque así es como funciona la ciencia. ¡Vaya lince! O al jefe, el Sánchez, el aprendiz de político, el resistente, el responsable de este gobierno socialcomunista que pretende dominar bolivarianamente España. O tenemos también al Coletas, el ejecutor directo de la eutanasia practicada a todos los ancianos fallecidos en las residencias durante la pandemia. Hay mucho responsable, tenemos muchos a quien culpar de nuestras desgracias. ¡A por ellos!

sábado, 2 de mayo de 2020

Mi bici desconfinada

Después de una eternidad larga me han permitido volver a verla. Cincuenta días confinada, arrinconada en el garaje, desatendida como la gente en los pasillos de los hospitales en pleno pico de la crisis y seguía estando preciosa. No ha necesitado que le hiciesen el test porque en ningún momento ha tenido síntomas de estar contaminada. Es verdad que la encontré algo desmejorada, aparentemente triste y un poco falta de aire, pero con buen aspecto y totalmente asintomática. Me dio a entender que se había sentido abandonada y un tanto desatendida, aunque por suerte no se ha contagiado ni ha perdido su encanto habitual.

La primera sensación al ponerme a pasear con ella es de un disfrute salvaje, de respirar todo el sabroso encanto de la libertad durante tanto tiempo eclipsada, de volver a ser seres completos, de reactivar sensaciones marchitas. Me doy cuenta de que en su compañía vivo con más ganas, siento que estoy más conmigo y con más brío. Un sabor placentero me aleja del maldito virus, del carcelero universal, del enemigo. Allá queda. La mañana es fresquita. Disfruto del roce del aire mientras circulo con mi bicicleta, me estremece esa caricia de aire frío mañanero deslizándose por mi cuerpo y por mi alma. 

Respiro a fondo, arranco muy despacio, paladeo el momento. Avanzo emocionado con las primeras pedaladas. Noto cómo va creciendo mi ánimo con el ritmo, cómo rejuvenece la sangre gracias a mi compañera. Nada nos interrumpe, no tropezamos con nadie, la soledad nos envuelve. Disfrutamos. Soy consciente de lo bien que me encuentro en tan buena compañía y de lo mucho que disfruto con poca cosa (¿o al hacerme disfrutar así ya no es tan poca?). Procuro centrar mi atención en la belleza del silencio que nos rodea. Pienso al final que es una suerte darnos cuenta de lo mucho que queremos todo aquello que queremos.

viernes, 1 de mayo de 2020

Héroes de usar y tirar

Día del Trabajo muy especial. "Trabajo y servicios públicos. Otro modelo social y económico es posible". Un buen lema para después del desastre. Será el momento de hablar en serio de economía, de trabajo o de servicios públicos. Y también de personal sanitario.

Duele que todo el reconocimiento al impagable esfuerzo que ha realizado, al tiempo no escatimado para ganar vidas y al riesgo al que se ha sometido el personal sanitario durante la batalla salvaje contra el coronavirus, sea un aplauso vespertino de los ciudadanos y una loa constante por parte de los políticos en sus intervenciones televisadas. Reconocimiento necesario, justificado, hermoso y claramente insuficiente.

No son pocos los que han vuelto desde los países en los que estaban trabajando y han perdido su empleo por venir a ayudar a su pueblo en la situación de emergencia en la que se encontraba. En la carta que el Gerente Adjunto de Asistencia Sanitaria de la Comunidad de Madrid dirige a los enfermeros y enfermeras reclutados para librar la batalla del hospital de emergencia montado en el Ifema, les agradece la profesionalidad y la entrega demostradas y les dice que los volverán a llamar cuando sus servicios vuelvan a ser necesarios.

Sí, señor, les tratamos como héroes y heroínas, pero de un solo uso. Dioses admirados con fecha de caducidad que cuando acabe el confinamiento volverán a ser simples curritos mal pagados. Héroes y heroínas de usar y tirar. Como las mascarillas.

Ciudades deshumanizadas

Regresamos a Madrid. La vuelta a la gran ciudad después de unos días de disfrute de la naturaleza en Galicia resulta cada vez más triste. La...