martes, 16 de mayo de 2023

Que sea el cuerpo el que piense

    Por lo que he ido sabiendo, la primera sesión de quimioterapia suele ser inquietante para mucha gente, miedo al dolor y a los posibles efectos secundarios, nervios por lo que pueda pasar y ansiedad por saber cómo se va a afrontar el trago. El desconocimiento genera mucha inquietud. También se sabe que las reacciones son diferentes en cada persona y en cada caso. 
    Cada uno tenemos un cuerpo y una manera diferente de afrontar la vida. En mi caso estoy convencido de que la manera en la que afrontamos estos episodios de dolor (físico, emocional o espiritual) es la misma manera en la que hemos decidido vivir. Y viceversa: nuestra vida está totalmente condicionada por la forma en que afrontamos estos episodios especiales. Yo me he ido convenciendo de que lo más saludable para vivir sin miedo es irse tomando las cosas como vienen, con calma, hay que frenar el desboque de la cabeza ante los acontecimientos –tanto las favorables como los adversos– y dejar que sea el cuerpo el que piense, el que sienta, el que nos vaya dando las pautas. 
    La receta sería  sencilla: evitar que el sosiego y la tranquilidad nos abandonen inmediatamente ante cualquier inconveniente; aunque nuestra natural impaciencia quiera cortarnos de raíz esa medicina natural, dejar que sea el tiempo el que decida cómo lo vamos a pasar. El temor a males futuros no puede condicionar nuestro presente. Si vienen ya aprenderemos a lidiar con ellos. Y si nunca suceden, para qué angustiarnos.

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