domingo, 24 de febrero de 2013

Ahora lo entiendo todo


Lunes, 18 de febrero de 2013. Tenía la sensación de que no comprendía bien a la gente cuando me hablaba. ¿Por qué ese cambio? Parecía que murmurasen, como que tuvieran miedo a que alguien les escuchase decir algo improcedente. Ahora que se ha destapado el cotarro del espionaje político y las escuchas, me empiezo a aclarar. Al final, todo es lo mismo. No es ningún problema de oído, es que se habla más bajo. Por si las moscas. La gente tiene miedo. Hay que andar con tiento y tener mucho cuidado con lo que se dice. Me van encajando las cosas. Esto también es parte de la misma historia. Cuesta creérselo pero, en el fondo, todo está relacionado. También podría pensarse que lo de los autobuses no tiene nada que ver, pero sí tiene. Me di cuenta el otro día. Es verdad que últimamente ya no corría detrás del autobús. Me daba la sensación de que iban ahora más rápido, pero lo que pasa es que se detienen menos tiempo en las paradas. Todo deprisa. Y eso, no cabe duda, es culpa de los recortes. Hay menos autobuses y tienen que andar más apurados. Es así. Por eso no llego. Y lo de los pantalones también es lo mismo. Claro que he engordado algo, pero no es porque me mueva menos, es que comemos más patatas y menos carne que antes por culpa de la crisis. ¡La puta crisis ésta! ¡Va a acabar con nosotros! Sí, ahí está realmente el quid de la cuestión. ¿Por qué ahora me cuesta más subir las escaleras o por qué me parece que tardo más en llegar al portal? ¿Son acaso los peldaños más altos ahora? ¿Han alargado la calle? No, señor, ¡es la crisis! Es el cabrón de Rajoy el que tiene la culpa. O Zapatero. O su puta madre. O la bruja esa de la Merkel, que es de armas tomar y sólo piensa en lo suyo. Me da igual. Lo único que sé es que nos están hundiendo y que esta situación es la auténtica clave de nuestras desgracias, incluso de las que parece que no tienen relación. La crisis está causando estragos. Estoy seguro de que alguna razón oculta hace que la gente de mi edad se haya avejentado tanto y que ahora todos parezcan mucho mayores que yo. Lo triste es que nos engañan. Tienen engañado a todo el mundo. Hasta a mi médico. Yo estoy convencido de que la depresión que me produce ser consciente de todo esto es la que provoca la pérdida de apetito sexual que tengo de un tiempo a esta parte. Para mí no hay vuelta de hoja, no tengo ninguna duda. Pero mi médico insiste en que la crisis no tiene nada que ver, que es porque los 62 años empiezan a pasar factura. ¡Vamos, anda! 

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