viernes, 16 de octubre de 2020

Ahora, adueñarse de la ciencia

La ciencia nunca nos ha interesado. Jamás los telediarios se han preocupado de los avances en física cuántica, ni de la situación en la que se encuentra la biomedicina, ni de los problemas laborales de los químicos en los laboratorios. Ahora sí. La gran marginada en las noticias ha pasado a ser clave en los editoriales de prensa y no hay tertulia que se precie si no cuenta con tres o cuatro científicos, médicos, biólogos, epidemiólogos o investigadores. Es bueno. Para encontrar vías de solución a los grandes problemas dependemos de la ciencia. Hoy la ciencia es el árbitro, el juez, la luz que ilumina esta oscuridad en la que nos ha sumido la maldita pandemia. 
Incluso se pide a gritos que se callen los políticos y que hable la ciencia. Necesitamos como nunca de la ciencia para desenmarañar el caos en el que el coronavirus nos ha envuelto y así clarificar el momento y el horizonte. Es un discurso fácil, oportunista, pero tampoco es cierto. También los árbitros tienen su corazoncito y también los focos pueden deslumbrar. Las ideologías buscan el apoyo de la ciencia para amparar sus argumentos, el sustento para las medidas (políticas) que quieren aplicar. Estamos en las mismas. No nos engañemos. Las conclusiones científicas añaden información que sirve para la toma de decisiones, pero resulta que  eso, precisamente la toma de decisiones, es la política. 
¿Son 500 nuevos contagios razón suficiente para confinar a la población? ¿Cuántos focos son necesarios para limitar la movilidad social? ¿Cómo hacerlo? ¿En el barrio? ¿Hay que hacerlo igual si es un barrio rico o uno en el que viven hacinados? ¿En toda la ciudad? ¿Cerrar a las 10 o a las 12? ¿Seis o diez personas? ¿El comité de científicos del Estado es más fiable que nuestros consagrados expertos? 
Es muy lógico buscar argumentos científicos para dar solidez a las decisiones, pero pretender que la ciencia sea apolítica es un tremendo error. La ciencia es política porque crea nuevos conocimientos que redefinen nuestros criterios, entre ellos los éticos y morales. No se pueden separar, siempre irán juntas. La ciencia tiene que servir de guía, la política tiene que decidir.

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