La ciencia nunca nos ha interesado. Jamás los telediarios se han preocupado
de los avances en física cuántica, ni de la situación en la que se encuentra la
biomedicina, ni de los problemas laborales de los químicos en los
laboratorios. Ahora sí. La gran marginada en las noticias ha
pasado a ser clave en los editoriales de prensa y no hay tertulia que
se precie si no cuenta con tres o cuatro científicos, médicos, biólogos,
epidemiólogos o investigadores. Es bueno. Para encontrar vías de
solución a los grandes problemas dependemos de la ciencia. Hoy la ciencia es
el árbitro, el juez, la luz que ilumina esta oscuridad en la
que nos ha sumido la maldita pandemia.
Incluso se pide a gritos que se callen los políticos y que hable la
ciencia. Necesitamos como nunca de la
ciencia para desenmarañar el caos en el que el coronavirus nos ha envuelto y así clarificar el momento y el horizonte. Es un discurso fácil, oportunista, pero tampoco es cierto. También los árbitros tienen
su corazoncito y también los focos pueden deslumbrar. Las ideologías buscan
el apoyo de la ciencia para amparar sus argumentos, el sustento para las
medidas (políticas) que quieren aplicar. Estamos en las mismas. No nos engañemos. Las
conclusiones científicas añaden información que sirve para la toma de
decisiones, pero resulta que eso, precisamente la toma de decisiones, es la política.
¿Son
500 nuevos contagios razón suficiente para confinar a la población? ¿Cuántos focos son necesarios para limitar la movilidad social? ¿Cómo hacerlo?
¿En el barrio? ¿Hay que hacerlo igual si es un barrio rico o uno en el que viven hacinados? ¿En toda la ciudad? ¿Cerrar a las 10 o a las
12? ¿Seis o diez personas? ¿El comité de científicos
del Estado es más fiable que nuestros consagrados expertos?
Es muy lógico buscar argumentos científicos para dar solidez a las decisiones,
pero pretender que la ciencia sea apolítica es un tremendo error. La ciencia
es política porque crea nuevos conocimientos que redefinen nuestros
criterios, entre ellos los éticos y morales. No se pueden separar, siempre
irán juntas. La ciencia tiene que servir de guía, la política tiene que decidir.
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