No, no es que quiera que se mueran los viejos ni las viejas ni mucho menos yo, que según todos los cánones de esta sociedad clasista, racista y elitista, soy, aunque me sienta rabiosamente joven, vieja. Lo de que se mueran los viejos, es como un tufillo que se esparce por el contaminado aire que respiramos los contemporáneos de este espídico siglo. Ahora resulta que el cobro de nuestras pensiones achica mucho los fondos de los presupuestos del Estado. Ja! Lo de los coches oficiales, gastos de protocolo, regalos a diestro y siniestro, no, eso no cuenta y, lo del mete-mano en la bolsa pública por parte de todos aquellos que la tienen tan cerca que no pueden resistirse, tampoco. Son gastos "ineludibles".
Estoy cabreada con esta sociedad enferma en la que me ha tocado vivir. Y no me refiero a las epidemias de cánceres diversos y patologías cardiovasculares que se han convertido en el pan nuestro de cada día, que también. No, yo me refiero a una enfermedad mucho más viral y destructiva: Una enfermedad que en determinadas épocas del año se vuelve mucho más contagiosa. No hay vacuna contra ella, y me temo que será muy difícil que alguien se tome la molestia de investigar acerca de este escurridizo virus, entre otras cosas porque tiene su peligro indagar sobre algo que, sin duda alguna, afectaría a los pingües beneficios de los grandes lobbys. Somos los de a pie, los que tenemos que luchar contra ese virus implacable que nos afecta a tod@s.
Ayer me llamó por teléfono una empleada de El Corte Inglés de A Coruña. Era muy amable y profesional; Me preguntó si el pasado día X me había comprado unas mallas de una conocida marca a la que no pienso dar publicidad. Bien sabía ella que sí, pero era una manera original de allanar el camino. La empleada lo hacía francamente bien, se interesó por mis aficiones deportivas, si tenía lesiones, en fin, una conversación amena para alguien como yo que no tiene por costumbre hablar con desconocidos y menos por teléfono. Andrea me ofreció un seguro de El Corte Inglés para recibir gratis masajes de fisioterapia; antes de todo esto me hizo una serie de preguntas para que yo le confirmara que sí, que era una setentona deportista y que de vez en cuando tenía lesiones e iba al fisio. Por un módico precio de 85 euros al año me ofrecía un seguro para recibir sesiones de fisio por el profesional que yo quisiera y por un valor total de 300 euros. Sólo tenía que presentar una prescripción facultativa de un médico, especialista o no, que dijera que yo necesitaba sesiones de fisioterapia porque había tenido una lesión deportiva, bueno, en realidad, me dijo la chica, basta con que diga que necesitas masajes de fisio sin especificar más. Además este seguro cubría otra serie de cosas, como viajes, reparaciones de aparatos deportivos etc. etc. Y, por si fuera poco tenía una cláusula por la que en caso de fallecimiento le darían al beneficiario que yo hubiera elegido, no-se-cuántos-euros. Yo que, como buena gallega tengo mi pincelada de desconfianza, le dije a la chica abiertamente que todo eso estaba muy bien pero que yo no hacía contratos por teléfono porque no sabía quien era ella, por mucho que me dijera su nombre y el de su empresa. Así es que quedé en ir hoy a la sede de Seguros El Corte Inglés para firmar el contrato.
Me acaba de llamar para confirmar la cita de esta tarde y le dije que la anulara. Lógicamente quería no sólo saber el por qué sino además conseguir su propósito. Por un lado me da pereza toda la parafernalia y por otro quiero ocupar mi tiempo en otras cosas que me interesan más que hacer un seguro. Me sobran los seguros. La chica, muy educada seguía, me decía que ese seguro se podía compatibilizar con otros, intentaba hablarme de las maravillas de esa poliza que además tenía tres meses gratuitos, eso era nuevo para mí, pero creo que me dijera lo que me dijera iba a ser igual. Le di las gracias y le pedí que no perdiera ni su tiempo ni el mío. Yo ya le había dedicado más de la cuenta al asunto, un asunto al que debo agradecer me llevó a reflexionar sobre esta locura del consumo que nos acosa diariamente."Tarde piache" que diría mi amiga Tere. No son tontos, no; es decir, pago 85 euros del seguro al Corte Inglés, me hago el masaje, llevo la factura al Corte, me ingresan el dinero en la tarjeta de los grandes almacenes y ¡Bingo! Ya tengo más dinerito fresco en la tarjeta para seguir alimentando mi consumismo y comprarme en la firma comercial algo que a buen seguro no necesito para nada.