En estas fechas parece que todo el mundo es bonito, que en el balance anual la alegría es general, que la felicidad es el maná que caído del cielo inunda la tierra y que a la humanidad le encanta repartir alegremente deseos sinceros de paz. Me parece muy bien pero tengo muchas dudas. Yo, en estos momentos de reflexión quiero dedicar mi brindis a unos pocos y los demás que se pierdan, que se aburran, que se cansen, que se ausenten de nuestras vidas. Yo quiero acordarme solamente y con cariño de aquellos que disfrutan con la felicidad de los demás, de los que tienden la mano abierta, de los solidarios, de los que gozan haciendo las cosas bien, de los que regalan abrazos sin coste, de los que se alegran con tu alegría, de los comprensivos y de los que cuando llega el momento soplan con toda su fuerza para alejar las nubes negras que se apoderan de nuestras cabezas. A ellos les deseo que la vida se lo agradezca con una sonrisa. A los demás, a los insolentes, a los que llevan el rencor en las venas, a los crispados, a los intransigentes, a los sombríos de corazón, a los perturbadores, a los aguafiestas, a los enfebrecidos, a los de los colores únicos, a los que alardean de banderas victoriosas y a los palmeros del desastre ajeno no me apetece desearles felicidad, les deseo que cambien.
Un rincón amigo en el que ir soltando pensamientos variados, desvaríos circunstanciales y otras tonterías mil, al objeto de ahorrame la pasta gansa que, de no ser por este refugio, tendría que pagarle al psiquiatra
lunes, 23 de diciembre de 2019
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