Podría llorar de pena
porque el fuego se me apaga
porque las fuerzas no alcanzan
porque el invierno amenaza.
Pero no me siento triste
las lágrimas no me llaman,
la vida me sigue fiel
la cabeza es mi sostén
y además duermo muy bien.
Un rincón amigo en el que ir soltando pensamientos variados, desvaríos circunstanciales y otras tonterías mil, al objeto de ahorrame la pasta gansa que, de no ser por este refugio, tendría que pagarle al psiquiatra
Regresamos a Madrid. La vuelta a la gran ciudad después de unos días de disfrute de la naturaleza en Galicia resulta cada vez más triste. La...
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