Viendo el lamentable espectáculo, las gesticulaciones groseras y los insultos a gritos que se han regalado los señores diputados desde un lado a otro del hemiciclo por el mero hecho de ser "del otro bando", uno llega a la conclusión de que lo sensato sería que no hubiera bandos, que se deberían de prohibir los partidos políticos. Por dañinos, por sectarios, porque empujan hacia un fanatismo excluyente y destructivo, incluso al exterminio. Unifica más ir por libre que asociados a un club. Se favorece la concordia siendo más globales y más mestizos. El enemigo no es Sánchez ni Vox, el enemigo es "el otro". Deberían de sentarse todos revueltos, cada cual con quien le toque al lado, mejor no tener que oír siempre el mismo discurso. Las banderas, los equipos de fútbol y las religiones terminan fomentando la rigidez, el encorsetamiento, la radicalización y el odio al diferente. Es muy posible que Pablo Casado y Pablo Iglesias tengan más cosas en común que el nombre de pila, más de las que puedan imaginar en la distancia, pero tienen que estar cerca para encontrarlas. La lejanía obliga a levantar la voz, a hablar a gritos y el ruido dificulta el entendimiento. Sería mejor que se rozasen más, que se sentasen juntos y las buscasen. Además podrían desde la proximidad entender mejor las diferencias que les separan. Y sería mejor para todos.
Un rincón amigo en el que ir soltando pensamientos variados, desvaríos circunstanciales y otras tonterías mil, al objeto de ahorrame la pasta gansa que, de no ser por este refugio, tendría que pagarle al psiquiatra
sábado, 11 de enero de 2020
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