A pesar de lo mucho que lo odiamos hay algo que ya debemos agradecerle a este incordio impertinente llamado coronavirus. Y es que está sirviendo para recuperar algo que teníamos olvidado, el convencimiento de que en el mundo son muy importantes los demás, cada vez más importantes. Gracias al bicho vamos a dejar de mirar admirativamente nuestro ombligo maravilloso para pensar un poco más en lo mucho que dependemos de los otros. Puede que esto nos sirva para aprender que debemos de cuidar más a nuestros compañeros, a nuestros amigos, a nuestros paisanos, debemos de quererlos sencillamente porque nuestra vida también depende — y mucho — de ellos. El mundo actual es inevitablemente global. El maldito bicharraco éste ha venido a demostrarle al mundo algo que ya suponíamos, que hoy por hoy si hace frío en Nueva York se resfrían los murcianos. La clave para sobrevivir no está en autoprotegerse, no se consigue nada. Lo está diciendo el diminuto insolente: la única alternativa de futuro es la solidaridad. No queda más remedio que pensar en los demás. Ser solidario ya no es una cuestión de corazón, se ha convertido en una cuestión de inteligencia. El único éxito real hoy en día es el éxito colectivo porque uno solo no puede salvarse. Es la gran lección. Gracias, bicho.
Un rincón amigo en el que ir soltando pensamientos variados, desvaríos circunstanciales y otras tonterías mil, al objeto de ahorrame la pasta gansa que, de no ser por este refugio, tendría que pagarle al psiquiatra
domingo, 15 de marzo de 2020
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