Es un dictador, un autoritario desalmado, un nazi, un tirano. Este virus maldito, este enano odioso que ni siquiera se deja ver, nos ha terminado encarcelando a todos, ha encerrado al mundo entre cuatro paredes, se ha hecho dueño de las gentes, les ordena diariamente lo que pueden hacer con su consentimiento y lo que está prohibido sin él, les marca horarios, les dicta actitudes, les impone pautas. Y que a nadie se le ocurra rechistar. Por eso se le odia, lo odiamos todos, queremos librarnos de su tiranía, queremos acabar con él, estamos deseando que baje la guardia para poderlo asesinar. Pero además de sus características indeseables le acompañan en paralelo otras muchas y algunas no poco interesantes. Por ejemplo, tiene arraigado un concepto sublime de la igualdad y de la democracia: ataca a todos por igual, sin importarle sexo, profesión, nacionalidad, raza, creencias políticas o religión. No discrimina. Además, no podemos negar en su favor que también es un gran pedagogo. Ha conseguido enseñarnos a ser más conscientes, a valorar y agradecer el esfuerzo de todos aquellos que a diario trabajan para nosotros: en el sistema sanitario, en la policía, en las residencias, en las fuerzas armadas, en el campo. El repelente virus también nos ha enseñado a unirnos, a redescubrir nuestra creatividad dormida, a despertar nuestro ingenio, a pensar más en los demás, a saber que somos parte de un conjunto único que tiene vida propia, a entender que la única forma de superar situaciones complicadas es atacándolas juntos, nos está enseñando a reconocernos, a apreciar lo que tenemos y no queremos perder, a emocionarnos, a añorar la libertad, a tener ganas de compartir, a recuperar nuestra olvidada y rica intimidad, a disfrutar de nosotros mismos, nos da a todas horas lecciones de entrega desinteresada, del tesón inimaginable que podemos demostrar, de solidaridad, de altruismo, de enorme respeto hacia los demás, de esfuerzos hasta límites sobrehumanos, de toda una serie de valores maravillosos que nuestra alocada vida anterior nos estaba obligando a ignorar. Hoy ser solidario ya no es una cuestión de corazón, se ha convertido en una cuestión de inteligencia. Este virus es un cabrón pero está consiguiendo sacar a la luz lo mejor de cada uno de nosotros.
Un rincón amigo en el que ir soltando pensamientos variados, desvaríos circunstanciales y otras tonterías mil, al objeto de ahorrame la pasta gansa que, de no ser por este refugio, tendría que pagarle al psiquiatra
domingo, 22 de marzo de 2020
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Que se mueran los viejos
No, no es que quiera que se mueran los viejos ni las viejas ni mucho menos yo, que según todos los cánones de esta sociedad clasista,...

-
Hace justo un mes que nos dejaste. Desde entonces (20/05/2024 a las 10:30h) y hasta hoy no me he sentido con fuerzas para casi nada; mi día ...
-
Domingo, 24 de febrero de 2013. No hace mucho he estado en Benín, un país africano muy pobre y para muchos españoles desconocido. El ...
-
Esto de plantar un olivo no es tarea sencilla, menos aún si quieres hacerlo con las cenizas de tu marido. Esta anécdota daría para escribir ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario