domingo, 25 de abril de 2021

La política, la verdad única y el odio

Tras cada encontronazo entre la dirigencia política añoramos más la figura de aquellos que con toda la vehemencia de la que son capaces pero sin ánimo de aniquilar a los que no estén de acuerdo con ellos, utilizando como armas poderosas la persuasión y las razones en las que sustentan sus argumentos, sin ampararse en la fe como verdad absoluta, tratan de convencer a los demás del interés de sus proyectos, del acierto de su ideas o de la conveniencia de sus decisiones, Aunque hoy por hoy sea una especie en extinción, resulta cada vez más deseable aquel político capaz de distinguirse no tanto por lo que defiende sino por el talante con el que lo defiende. 
Es imprescindible y urgente aparcar de una vez la verdad única y la mentira cargada de odio racista, no podemos seguir criminalizando a los menores inmigrantes, es preciso dejar ya de caldear los instintos más básicos en las redes sociales. Parece que no hemos aprendido nada de la catástrofe que sacudió el mundo con los judíos y los gitanos, con los homosexuales y con todo el que discrepaba con unas ideas o no comulgaba con un credo determinado. 
Somos diferentes, todos somos diferentes, pero no por ello tenemos que tomar como enemigo al que no comulgue con nuestras razones, no esté de acuerdo con nuestra forma de ver el mundo o no bese nuestra bandera. Por muchas diferencias que haya en los cimientos sobre los que construimos nuestras verdades tenemos que hablar, encontrar coincidencias, buscar común. Algo fracasa estrepitosamente en esta sociedad que estamos construyendo si pensamos que el diálogo se puede sustituir por el combate.

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