Feijóo en busca de la Moncloa soñada, Ayuso camino del estrellato cuché y Moreno en la cumbre de Andalucía se encuentran un día y descubren el arma eficaz para acabar con la vida política de Sánchez. Es una herramienta ya oxidada, pero la prueban y funciona. Se llama Curva de Laffer. Decía este inteligente asesor del presidente Reagan (y lo mantiene la Junta de Andalucía en su página oficial) que la clave del éxito está en bajar los tipos impositivos porque “un tipo excesivamente alto propicia el fraude y la evasión hacia paraísos fiscales. También puede llevar a los trabajadores a sustituir trabajo por ocio. Por eso, se recauda menos y crece menos la economía”.
No se entiende que Moreno, Ayuso y especialmente Feijóo –aspirante a presidente–, asuman el postulado sin mirar alrededor o sin echar una ojeada a un libro de economía elemental, para comprobar que la susodicha curva puede no ser tan maravillosa como parece: Trump decretó una sustancial rebaja del impuesto de sociedades y una reducción del IRPF, la recaudación subió inicialmente un 12% pero a finales del año fiscal había caído un 31%, la mayor caída desde que se registran datos. Y hace tan solo unos días la británica Liz Truss tuvo que abandonar Downing Street tras provocar un terremoto económico al tratar de dar alas a la famosa curva.
No sabemos que pasará si Feijóo decide empeñarse en aplicarnos esa milagrera invención académica pero los experimentos realizados con ella, desde Reagan hasta Rajoy, evidencian que la magia de la curva es discutible: todos redujeron los ingresos y dispararon el déficit. Ya lo había advertido alguien tan poco sospechoso de rojerío como J. K. Galbraith.
Un poco de sensatez, señor Feijóo: con las calamidades que acechan en esta segunda década del siglo XXI no es buena política tratar de hipnotizar al mundo con fuegos artificiales.
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