Cuando el erudito Gamurrini se tropezó con el relato de viajes más antiguo del que se tiene noticia, descubrió que este reportaje minucioso, realizado a lo largo y ancho de todo el orbe conocido hasta entonces, había sido escrito por una mujer intrépida llamada Egeria. En el año 381, cuando el cristianismo estaba en pañales y a Marco Polo le faltaban todavía mil años para empezar a lloriquear en la cuna, esta mujer se había lanzado a trotamundear por los escenarios bíblicos de Jerusalén, Egipto, el Sinaí y Mesopotamia para contárselo a sus amigas. Sin Instagram, YouTube, Facebook ni Twitter, sus escritos a mano podrían convertirla en la gran influencer de las redes sociales en el siglo IV. Pero, ¿de dónde salía esta mujer especial? Los sesudos analistas creyeron inicialmente que debía de ser de Aquitania por las alusiones que hace al río Ródano, después se supuso que era hija del emperador Teodosio, pero las fechas no cuadraban. Otros especialistas especulaban sobre su origen italiano basándose en el lenguaje que utilizaba. Al final tardaron bastante los expertos, tuvieron que estudiar con lupa los manuscritos, sacar a relucir todos sus conocimientos acumulados y estrujarse las neuronas para concluir algo que era evidente: si era una mujer valiente, aventurera, singular, intrépida, curiosa y decidida tenía que ser gallega. Tras desmenuzar el "Itinerarium ad Loca Sancta" se supo que era de la Gallaecia romana. Yo lo sabía desde el primer momento que me la encontré, años ha, mientras preparaba un viaje a Egipto. Es más, cuando la vi me di cuenta de que tenía que provenir del Conventus Lucensis (de Lugo, como yo), porque es igualita a mi abuela materna.
Un rincón amigo en el que ir soltando pensamientos variados, desvaríos circunstanciales y otras tonterías mil, al objeto de ahorrame la pasta gansa que, de no ser por este refugio, tendría que pagarle al psiquiatra
miércoles, 25 de agosto de 2021
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