"Mamá, me aburro". No lo queremos oír. Como sea hay que ahorrarle a los niños ese trago amargo. Nuestros hijos tienen que ser felices. Que se diviertan. Y les lanzamos de inmediato un cable para que salgan del pozo: "Coge la tablet o ponte una peli". Craso error, les estamos impidiendo estar consigo mismos, entenderse, discurrir. Deberíamos de enseñarles desde pequeños a aprender a perder el tiempo. Aburrirse es muy sano. Aburrirse significa etimológicamente escapar del estremecimiento, huir de las conmociones. Y eso es precisamente lo que necesitamos para percibirnos, es la situación que tendríamos que propiciar para que nuestro cerebro nos hable, para que nuestro corazón se decida a ser nuestro amigo. La tranquilidad es imprescindible para poderlos escuchar. Es muy importante que dispongamos de ese momento en el que en teoría no hacemos nada. Si no estamos con nosotros, sin tareas, en silencio, atentos, aburridos, difícilmente podremos percibir sus susurros, sus sugerencias, sus insinuaciones. Si nos pilla distraídos perderemos la oportunidad de descubrir un camino, de iniciar una aventura, de recibir un mensaje interesante, algo que nos podría cambiar la vida. Y quizás ese nuevo enfoque fuese para bien y para siempre.
Un rincón amigo en el que ir soltando pensamientos variados, desvaríos circunstanciales y otras tonterías mil, al objeto de ahorrame la pasta gansa que, de no ser por este refugio, tendría que pagarle al psiquiatra
jueves, 23 de junio de 2022
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