lunes, 18 de septiembre de 2023

Dentro de cien años todos calvos

    Por alguna razón siempre he pensado que la imagen de una persona la conformaba fundamentalmente su alma, su esencia, la forma de afrontar la vida, la ideología, el pensamiento, el lenguaje, la educación, el respeto y las relaciones con el entorno, pero está claro —y ahora lo compruebo— que el aspecto, la vestimenta o el corte de pelo también forman parte de la identidad de los individuos. 

    Sí, claro, dentro de cien años todos calvos. No hay problema, se asume. Lo peor es cuando se concreta y se personaliza el dicho, lo peor es cuando no son cien años sino unas semanas y sobre todo cuando los calvos no son todos sino tú.

    Con la quimioterapia este distanciamiento de la propia imagen dura aproximadamente lo mismo que el tratamiento, pero el cambio es veloz y aunque la persona sabe lo que va a ocurrir, la extrema rapidez así como la manera en que ocurre la pérdida de cabello y vello corporal puede ser traumática.

    Yo me miro al espejo y veo que he perdido mucho pelo, se me cae a puñados, de la cabeza, de las cejas, del bigote y de la barba. No es que me preocupe ni que me haya sentido especialmente orgulloso a lo largo de la vida de mi aspecto con esos atributos capilares, pero me da la sensación de que este bicho me está robando, se está apoderando de parte de mi identidad sin mi permiso. Es verdad que aunque solo lo vea ante el espejo, mi imagen ha envejecido varios años en un trimestre.

    Pero bueno, no hay que dramatizar, gorrita en la cabeza y solucionado.

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