miércoles, 20 de septiembre de 2023

El cáncer, la temperatura y el dios sol.

    No sé si hay que atribuírselo sin más al paso inexorable de las hojas del calendario por nuestra vida o realmente hay otros argumentos que lo justifiquen. En mi caso, quizás tenga parte de culpa la visita reciente que me ha realizado un vecino impertinente llamado cáncer. No lo sé. Lo cierto es que, además de otras muchas pequeñas variaciones corporales y funcionales, algo que ahora percibo claramente es mi mayor sensibilidad a todo lo relacionado con el tiempo atmosférico, con la temperatura exterior, con la climatología y fundamentalmente con el frío. Es como si a mi cuerpo se le hubiera estropeado el termostato y no consiguiese regular, filtrar o protegerse de los vaivenes del termómetro. Ahora la temperatura de mi cuerpo es más baja. Sabido es que los pacientes que nos encontramos bajo un tratamiento oncológico debemos extremar las precauciones y tener especial cuidado de no flirtear en exceso con la exposición solar. Hay que tenerlo presente. 

    En cualquier caso, me han comentado los médicos que estas leves hipotermias que sufro, entre 32 y 35°C, (que suelen  acompañarse de temblores) pueden tener relación directa con la administración de los fármacos que envenenan el cuerpo durante la quimioterapia, pero también se sabe que al ir haciéndonos mayores las cantidades de vitamina D que precisa el cuerpo ya no tenemos la misma facilidad para conseguirlas y hace que vayamos a buscarlas directamente al origen, a la fábrica, al sol. Sin saberlo, esa búsqueda intuitiva de sol nos proporciona bienestar y nos ayuda a mantener un sistema inmune fuerte contra cualquier organismo invasor. No hay que huir del sol pues es imprescindible para nosotros, pero sí mimar su incidencia.

    Ya hace 5000 años los egipcios no tenían más que palabras de agradecimiento y  adoraban a Ra, el dios del Sol, al que consideraban el creador de la vida. Por algo era. ¡¡¡Sabios egipcios!!!

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