domingo, 17 de diciembre de 2023

Convivir con la enfermedad

    Cuando somos chavales y estamos sanos, la posibilidad de convertirnos en enfermos, el vernos con bastones o en silla de ruedas es algo que no nos parece posible, algo que a nosotros no nos puede ocurrir. En la juventud, ya más conscientes de que en algún momento nos pueda alcanzar una enfermedad que nos limite, nos rebelamos y nos decimos que exprimiremos hasta la última gota de nuestra vitalidad. En la madurez, aunque no hayamos tenido ningún achaque y sin necesidad de que nos haya atacado en el camino algún mal traicionero, comprobamos que la salud no es intocable y que el cuerpo se debilita con el tiempo y el uso. En cualquier momento alguna pieza de la máquina puede fallar. 
    Un día, mientras nos lavamos los dientes, nos damos cuenta de que algo no funciona, hay alguna avería interna, algún mecanismo tiene dificultades para continuar. Estamos enfermos. El joven que llevamos dentro llora por el abandono injusto de la salud eterna mientras esa persona madura que somos se frena ante la llegada del inesperado achaque. 
    El arte de saber convivir con la enfermedad no es sencillo, entre otras cosas porque nadie nos enseña las claves para aprender a hacerlo. El malestar continuo y el quehacer diario no son fáciles de compatibilizar. La merma que suele producirse, física, mental y anímicamente, hace complicada esa coexistencia. Nuestra mente juega entonces un papel fundamental. El cuerpo podrá estar debilitado, pero si el malestar que padecemos no nos afecta a la mente, en nuestras manos está fortalecerla día a día para afrontar con éxito la situación y ganar la batalla.

1 comentario:

  1. Una mente positiva nos ayuda a buscar soluciones para afrontar mejor nuestros problemas. Admiro tu manera de enfrentarte a las adversidades de la vida

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