Ya no queda nada para rematar el año, el número 23 de este siglo, un año que a mí me ha señalado especialmente pero que ninguno sabremos olvidar, un año de dudas innecesarias, de masacres estúpidas, de represión, de tensiones políticas, de guerras impensables, de agitación continua, de desgracias extraordinarias, de quebrantamiento de los derechos humanos y de insultos groseros desde todas las esquinas; un año con sabor amargo en el que las posibles alegrías se han visto aplastadas por la amargura de las desgracias.
Termina así de mala manera este año de amenazas globales y de confrontaciones mundiales que nos hacen dudar del futuro, un año abundante en rabia, repleto de indignación, un año de desacuerdos, de cansancio, de hartura, incluso de pánico. Por suerte, en circunstancias tan desastrosas sentimos con fuerza lo más íntimo, los latidos del alma, lo mucho que necesitamos el apretujón entrañable, el calor reconfortante del cariño y la mirada cercana de nuestros amigos.
Felices Fiestas a todos los que nunca fallan, a todos aquellos que son capaces de arrimar el hombro cuando alguien necesita apoyarse. Mi único deseo para este nuevo año es que nos recompense del maltrato sufrido en el que termina y nos regale amplificados todos esos abrazos que tanto necesitamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario