Estaba de nuevo ingresado. Esta vez concretamente en la habitación 214 del hospital Moncloa. Serían alrededor de las nueve y cuarto cuando terminé de asearme. Al abrir la puerta del cuarto de baño casi me tropiezo con la persona que entraba a hacer la limpieza de la habitación. Era una mujer de amplias proporciones, cuarenta y pocos años, estatura media y semblante serio aunque agradable. Saludo protocolario y alguna frase estándar acerca del trabajo. Nada más. Ella dirigió directamente el carrito hacia el fondo de la habitación para comenzar su tarea. Enfrascada de lleno en la labor, con aparente convencimiento y sin levantar la vista de la fregona que manejaba, dice: “Usted es filósofo, ¿verdad?” La frase permanece un buen rato flotando en la habitación. Me frena. El tono es rotundo, parece querer confirmar algo sobre lo que ella no tiene duda alguna.
- ¿Y cómo sabe usted que soy filósofo?
- ¡Hombre! Porque no habla usted como los demás.
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